Después de la reunión de 3 horas y media. Fue densa la reunión…..si muy densa (pensé entre mis adentros). Luego fui a buscar mi abrigo al perchero donde los 70 que acudimos, lo teníamos colgado. Me había guardado el número de la percha y en el 23 no había nada.
Alguien se lo llevó confundiéndolo con el mío.
La localización del «ladrón compañero de reunión» costó media hora.
Bueno…(me dije) ya está. Voy al parquing y a casita a ver a Tili. Pero había reservadas algunas sorpresas más antes de llegar. Después de bajar al segundo sótano lo veo sólo, plateado y sonriéndome, pero tenía algo estraño en la puerta. Pobrecito…. alguien le dió un portazo y le arrancó de cuajo la oreja. El retrovisor izquierdo parecia un colgajo.
De nuevo pensé en los astros y en su ubicación zenital. Sería Acuario (es verdad que el 21 es el cumpleaños de mi hermano David.) Tengo que acordarme y anotarlo en el móvil y que me salte la alarma.
Por fin arranqué y subi las dos rampas del parquing. Al llegar a la barandilla de la simpática cajera con gafas y moño, le di el ticket y me espetó:
Doce Euros
le muestro mi flamante tarjeta azul y me mira con una cara de felicidad reflejada en esas gafas, que se iban tornando horribles por momentos.
– Señor, sólo efectivo. No aceptamos tarjetas
Me quedo mirándola fijamente a los ojos con gesto amable y sin decir nada, esperando un cambio en mi suerte.
– Puede dejar el coche aquí detrás junto al poste negro, dijo con una voz chillona y estridente que me perforó el tímpano.
Los que me conocen saben cual puede ser mi reacción en estos casos. Algunos que me conocen desde hace muchos años se sorprenderían de verme en acción en los últimos tiempos. (dejo en suspense lo que le dije a la cajera)
Estaba haciendo marcha atrás, con el colgajo inservible para maniobrar y cuidando de no rayar la pared del parking, no fuera a ser que mi suerte cambiara y me acusaran de algo nuevo.
La ley de Murphy la conocen no? Adivinen que pasó detrás de mi auto, qué fué lo que vi en el retrovisor central? Lo han acertado: un coche que me impedía realizar la maniobra. Bueno después de dejarlo pasar, me dirigí al cajero más próximo, pero estaba ocupado. Volví al edificio lugar de nuestra reunión, tenía el cajero con dinero. Saqué dinero, volví al parking, encendí el motor, pagué a la simpática cajera, se levantó la barrera y volé hacia casa. Fin de la historia.
Moraleja: los que tienen permiso para escribir en este blog, que lo hagan!!!!